La primera lluvia de invierno


26-Nov-2008 1:50 de la mdrugada.
La primera lluvia de la temporada de invierno. No una llovizna, lluvia. Cuando inició, tenía la televisión encendida aunque sin ponerle atención. Alguien hablaba sobre la crisis financiera, … otra vez. A los primeros sonidos de la lluvia sobre el techo apagué la caja. Me levanté de mi cómodo sillón y me asomé a ver la lluvia, apenas empezaba, acerque unas macetas al alero y las deje que se empaparan. La lluvia caía con poca inclinación, casi no había viento, tampoco trafico en la calle, solo el sonido de la lluvia. Y es así, la lluvia prácticamente no es visible de noche, pero la adivinas, por el sonido, por el aroma de tierra mojada, por los reflejos sobre el pavimento, a contra luz del alumbrado.
Me di tiempo para escuchar el sonido del agua sobre los tejados, las chispas danzando en los transformadores, como si la lluvia los volviera a la vida y un perro solitario buscando refugio.
Esta lluvia viene a ser como el inicio formal del tiempo de frío.
Y yo que creía que me había dejado plantado. La estuve esperando todo el día. Por fin ya llegó.
Debe ser por mis experiencias con la lluvia que siempre la recibo con agrado. Me gusta y la espero cada año. Si por mí fuera, iría en su busca. Como el ir a visitar a un viejo amigo.
No me molesta. Se que como cualquier fuerza de la naturaleza puede causar grandes destrozos, perdidas materiales y de vidas, para otros es solo una molestia. Pero no para mí. Sobre todo que las lluvias en Ensenada por lo general son tranquilas, casi apacibles, cuando son abundantes solo reclaman su derecho de vía. Aquí no son acompañadas de tormentas eléctricas ni vientos. Tampoco duran mucho. Llega de vez en cuando, como en oleadas, a veces se queda por unos días y no viene tan seguido como me gustaria. Pero siempre es bienvenida.
Me despierta sensaciones casi olvidadas, la lluvia me gusta disfrutarla desde que se anuncia con sus nublados, compartirla con la gente expectante por que la lluvia fue anunciada. Cada quien con sus temores, esperanzas y previsiones.
Yo busco en mi memoria los recuerdos de lluvias torrenciales y me los pongo. Recuerdo los veranos en Obregon, Son. El preámbulo de fuertes vientos, cortina de aire que antecede a la lluvia. Las más de las veces, en verano, el fogonazo azulado de los rayos que impresiona la retina, el encogerse de hombros por el esperado estruendo del trueno. La compañía de mi familia, los cálculos del lugar del impacto del rayo.
No importaba que fuera en la madrugada, de hecho era mejor. Salía al frente de la casa, a buen recaudo del agua y de los rayos. No pasaba mucho tiempo sin que se unieran mis hermanos y mi madre. El primero que salía apagaba cualquier foco que estuviera encendido. Nadie preguntaba que hacíamos a esa hora fuera de la cama. Nos reuníamos en unas sillas mecedoras en callada complicidad. En una línea, viendo hacia el frente, como si estuviéramos ante una pantalla en negro que de repente se iluminaba y nos dejaba ver una instantánea de la lluvia. Casi en voz baja nos comunicábamos en frases cortas al principio, medio dormidos aun. Solo de vez en cuando se iluminaban los rostros con los ojos bien abiertos por el resplandor de los rayos. Poco a poco se iniciaba la comunicación, primero como si fuera una especia de lista de revisión: Desconectaste la tele?. Pausa, relámpago, trueno. Con monosílabos respondíamos. Y el refri?. Pausa, relámpago, trueno. Porque entre la lluvia y las descargas eléctricas, era sabido y conocido que los aparatos eléctricos podían sufrir daño. Así, a medida que saciábamos el gusto por la tormenta, iba fluyendo la plática. En mi familia corre por el lado femenino el gusto por fumar, de manera que siempre me instalaba a favor del viento porque si la tormenta lo ameritaba, mi madre encendía un cigarro. Eso le daba otro toque al momento, el pequeño brillo del cigarro cuando inhalaba el humo. Hipnótico. Aunque un gusto no compartido.
Mi padre se hacia el aparecido, revisaba que todo estuviera bien y solemnemente se despedía y retiraba. El cansancio se acumula, la plática se languidece y alguno de los espectadores se retira, poco a poco los demás también. El último enciende la luz de noche junto a la entrada y asegura la puerta. La lluvia se queda afuera y el decir que mañana será otro día toma otro significado. Porque vamos a saber que nos dejó la lluvia.
En tiempo presente, disfruté de la primera lluvia de invierno, casi no hubo estragos ni bajas que lamentar en esta su llovida casa, las goteras fueron identificadas, monitoreadas y contenidos los derrames. Espero que no se presenten grandes daños.
(Bostezo)… El último apaga la luz, la lluvia sigue y me esta arrullando. Mañana limpio el piso, mañana será otro día.

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